Centenario del Colegio Champagnat

Cien … a … ños 
  

Son tres sílabas,  pero  significan muchos años. Años de esfuerzo, de amor a la enseñanza, de dedicación exclusiva a los jóvenes. De instruirlos en las materias  humanísticas, biológicas, matemáticas y fisicoquímicas y al mismo tiempo  de educarlos y formarlos en las enseñanzas de Jesús en el Evangelio y  en el  amor incondicional a la Virgen María. Por algo,  eran y son,  Hermanos Maristas.
Cien años representan  tres generaciones de alumnos que han pasado por el  Colegio.  Los Hermanos Maristas siguiendo el legado educativo y misionero de su Fundador,  San Marcelino Champagnat,  llegaron a la Argentina el 25 de Septiembre de 1903 y  crearon  su primer colegio en la Argentina en la Ciudad de Luján. Luego, en 1915,  fundaron en  esta  Ciudad de Buenos Aires el Colegio Champagnat. 
          
Los primeros años del Colegio  fueron  años en que nuestro país estaba en etapa exitosa de crecimiento y desarrollo. Los Hermanos Maristas también participaron de ese crecimiento.  Primero el Colegio estaba  en  la calle Las Heras 1725, luego en Talcahuano 1138 y posteriormente,  en el año 1930,  en el actual edificio de Montevideo  1050. Aquí  se fue ampliando progresivamente, tanto en las clases como en los patios de juegos y en especial en la capilla dedicada a San Marcelino.  Los Hermanos Maristas se  instalaron, se afianzaron  y comenzaron su fructífera acción educativa y formadora de hombres. Éstos sobresalieron luego en sus respectivas labores  profesionales  y cívicas  y se destacaron siempre  por un  sentido cristiano y un recuerdo presente en sus vidas  de amor a la Virgen María.

Al promediar esta primera etapa,  la dirección del Colegio estuvo bajo la sabia dirección del Hermano Sixto. Él conocía a los alumnos y a sus padres por sus nombres y seguía con dedicación el progreso intelectual del alumnado.  Recuerdo siempre con emoción  el año 1937, cuando yo tenía 9 años y mi madre me preparaba para la primera comunión  y para  ingresar al destacado Colegio Champagnat, donde mi hermano estaba en 4to año del ciclo secundario. El Hermano Sixto, invitó a los ingresantes una vez por semana, durante varios meses, a su despacho en el corredor del primer piso. Nos enseñaba personalmente el Catecismo de preguntas y respuestas y nos daba clases sencillas, que interesaban  mucho,  de la llamada entonces Historia Sagrada.  Recuerdo aún como nos explicaba la historia del justo Abel,  de los doce hijos de Jacob y como habían vendido a su hermano José, que luego llegó a ser el primer ministro del faraón de Egipto,  de como Moisés en el Sinaí transmitió los diez  Mandamientos. Y desde luego, el Hermano Sixto enfatizaba  sobre el Ángel Gabriel que anunció a María y sobre  el nacimiento de Jesús en Belén.  
Y esto que estoy refiriendo, era cuando los Hermanos Maristas sólo tenían poco más de 25 años de haber llegado a la Argentina. En esas décadas de los años 30 y 40 con el  Hermano Marista a cargo de la clase, rezábamos diariamente al empezar las clases matinales el Ángelus y en las clases vespertinas, el Rosario.   

También recuerdo el mes de Noviembre,  que era el mes de  María.  A las 8 hs.,  al llegar al colegio, algunos alumnos con un pequeño ramo de flores,  en el Patio  Andaluz cantábamos a la Virgen:  “Con flores a María …  venid y vamos todos”.  Aún nos acordamos de esos días y en las reuniones anuales de  exalumnos, sin tener el texto escrito, pero estando grabado  en los corazones, lo cantamos “a capella” con emoción y a veces con alguna lágrima corriendo en las mejillas, mientras en la capilla llevamos flores a la Virgen.    
                
Los alumnos tanto de primaria como de secundaria teníamos entonces  libres los Jueves a la  tarde,  pero los Sábados las clases duraban  hasta las 16.10 hs.  A esa hora  nos íbamos a casa,  siempre y cuando no hubiéramos cometido alguna falta durante la semana y el encargado de la disciplina, el  Hermano Lorenzo,   no nos retuviera parados hasta las 17, 18 o 19 hs.  Entonces no lo queríamos mucho.  Pero hoy,  es nuestro recordado Hermano Lorenzo, cabo de la infantería italiana durante la primera guerra mundial.
Las clases de primaria y secundaria siempre estaban a cargo de un Hermano y eran ellos también los que dictaban las materias de los diferentes cursos, cada uno en   su respectiva especialidad, salvo en inglés,  a cargo del tradicional Mister Martin y en ejercicios físicos, dirigidos por el  Profesor Mendía. El Colegio tenía un magnífico equipo de gimnastas en cajones, clavas y  bastones y se distinguían en salto en largo y en alto y en la marcialidad con que marchaban en  los desfiles en que participaban.  
                
Cómo no recordar ahora de esos años al hermano Valero enseñando Religión, al Hermano Basilio en Literatura, al Hermano Félix en Química, a los Hermanos Balbino y Leoncio en Historia, al  Hermano Cayetano en Castellano y a cargo de la Acción Católica, al Hermano Modesto en Matemáticas, al hermano Benigno en Dibujo y Música Sacra. Un recuerdo especialísimo merece el querido Hermano Narciso, profesor y amigo de los alumnos, un promotor  de los deportes y en especial del rugby,  en el que tanto se han destacado los alumnos y exalumnos del Colegio Champagnat. Era además,  el entusiasta Asesor de la Asociación de Exalumnos,  propiciando su vinculación con el Colegio. 
Había entonces en el Colegio dos cuadros de honor para estimular a los que se esforzaban. A fin de año se hacía una fiesta de promoción en el teatro Nacional Cervantes o en el Teatro Ópera. En estos festejos,  se presentaban los alumnos en el escenario y en los pasillos con las medallas doradas o plateadas prendidas al pecho,  ganadas como primeros o segundos premios en las diferentes materias. Y recordamos  con emoción la escena  final  de esas fiestas,  dedicada a la Virgen María. Por ejemplo,  cuando vestidos de monaguillos se cantaba:  “Cuando me llegue la hora suprema, Madre sin mancha del Redentor ….”.
            
En la segunda generación de alumnos del Colegio en los años 1948 a 1981 se educaron muchos de nuestros  hijos y se siguió con la tradición marista de instruir y formar a los alumnos en el amor a Jesús y a María. Además de algunos Hermanos ya mencionados, enseñaban los Hermanos Eutimio, Carlos, Ivo, Magdaleno, Primo, Tomás  y muchos más, que lo hacían con gran dedicación.  Había también  profesores laicos que remplazaron a los Hermanos en las clases, transmitiendo el espíritu marista para llegar a la mente y corazón del alumnado.  Menciono a algunos:  Aragón, Caligari, Gorini,  Marioni,  Naón, Pereda, Peroni y muchos otros que brindaron mente y corazón.

El sentido  marista se ve reflejado en las amistades que una vez que los alumnos egresaron del colegio, perduraron durante toda la vida. Lo vemos los más grandes,  cuando observamos que en general los mejores amigos de nuestros hijos son aquellos que fueron sus compañeros de colegio.  Siempre recuerdan:  “Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús” y  “Viva Jesús, María y José” y ahora agregamos:  “ y San Marcelino”. 
En esos años, se destacó la figura del Director Hermano Godofredo de gran religiosidad, capacidad organizativa y dedicación al colegio y a los alumnos. Aceptando  su invitación, integré la primera Comisión de Padres de alumnos. En esos años se dispuso la enseñanza del idioma inglés obligatorio en las  tareas vespertinas y la enseñanza voluntaria de guitarra.  Coincidentemente,  el Hermano Ángel Diez organizó con dedicación sin par, el Club Champagnat,  el Ateneo deportivo que hoy lleva su nombre y el campamento de verano “Carilafquen” a orillas del Lago Mascardi  en Bariloche. Allí  tuve el honor de ser el primer médico que concurrí  durante el verano para supervisar la salud de los alumnos. Ellos pasaban  sus vacaciones haciendo  excursiones y andinismo, sin olvidar la Misa diaria y el rezo del Ángelus al medio día, acompañados  por un sacerdote que brindaba la ayuda espiritual.
Destaco también de esos años al recordado  Hermano Santamaría que organizó la “Misa de los Sábados” transmitiendo su entusiasmo espiritual a los  chicos del colegio,  los que participaban activamente, tocando la guitarra y formando un magnífico coro. Los acompañaban decenas de chicas,  que concurrían para asistir al sacrificio  de la Misa y al mismo tiempo para ver a los del “champa”. El hermano Santamaría (apodado “el Chipi” por los alumnos que tanto lo querían) siempre estimuló a la Asociación de Exalumnos y  acompañó a los egresados, a quienes llamaba por teléfono en sus cumpleaños y estaba presente en las ceremonias religiosas de sus casamientos.

En los años 1954 y 1955 se vivieron momentos muy penosos y angustiosos en la Argentina. Muchos  ex alumnos invitamos a tantos Hermanos Maristas a que vinieran a vivir en nuestras casas,  donde –por problemas de seguridad- los recibimos como  “parientes llegados del extranjero”.
Y así llegamos a la tercera generación de educandos. Desde 1981 están o han estado en el colegio nuestros nietos. Se ha creado el Sector de Jardín de infantes y el auditorio de la calle Alvear. Durante la dirección del Hermano Marcelino se incorporaron  chicas a las clases del Colegio, lo que fue una gran novedad para un colegio tradicional de varones.    Los tiempos han cambiado y muchos de los exalumnos se han mudado lejos al Gran Buenos Aires y no han podido seguir enviando sus hijos al querido Colegio Champagnat, pero mantienen vivo los ideales maristas en que fueron educados.  Y mientras tanto, se siguen incorporando niños y jóvenes que traen sangre nueva al alumnado.

Esta acción educativa y religiosa de los hermanos Maristas se debe al ejemplo y enseñanzas que imprimió en sus Hermanos el fundador Marcelino Champagnat (1789-1840), quien respondió al llamado de Dios de fundar una Congregación de “Hermanos de María” dedicada a la educación. Los exalumnos del Colegio hemos sido testigos de la obra magnífica que cumplieron y cumplen sus Hermanos Maristas. También hemos sido testigos de cómo la Iglesia fue reconociendo sus virtudes y su intercesión en varios milagros: primero con el título de Venerable por León XIII, en 1896;  luego sus Virtudes Heroicas por Benedicto XV, en 1920;  más adelante Beato por Pío XII,  en 1955 y finalmente, Santo por Juan Pablo II,  el 18 de Abril de 1999.

Además del amor a Dios y al prójimo, el Colegio Champagnat se preocupó de enseñar al alumnado a amar a la Patria y a sus símbolos, en especial a nuestra bandera azul y blanca. Ella,  siempre presente en las reuniones, ceremonias y desfiles en los que participó el colegio. “Aurora,  Mi Bandera,  Salve Argentina y San Lorenzo” son  las canciones preferidas y cantadas a plena voz por el alumnado.
La fuerte espiritualidad mariana del Colegio ha determinado que muchos egresados, que venían formados cristianamente de sus hogares,  decidieran en el Colegio,  o pocos años después,  ser sacerdotes o religiosos.  El Colegio Champagnat se vanagloria de ello y de ser el Instituto católico con mayor número de vocaciones entre sus exalumnos.

La Asociación de Exalumnos del Colegio Champagnat ha cumplido desde su fundación en el año 1922, una labor plenamente identificada con la línea educativa de los Hermanos Maristas, siguiendo las directivas  de las autoridades del Colegio y la constante dedicación que tuvieron los Asesores,  últimamente   los  queridos Hermanos Santamaría y Narciso.

La Asociación de Exalumnos es la que  otorga anualmente la Medalla de Oro al mejor bachiller egresado del Colegio.  También en un acto de justicia y agradecimiento,  la Asociación  instituyó en el año 1985 el “Premio al Mérito Hermano Sixto” en recuerdo de la acción que cumplió quien fue Director del Colegio. Entre los premiados,  destaco los otorgados en el año  1987 a Guillermo Moreno Hueyo, primer alumno que se inscribió en el Colegio y en el año  2002 al ex alumno Gonzalo Santa Coloma, hoy  Hermano Marista.

Los Hermanos,  los Profesores y los catequistas  junto con los padres de alumnos y los exalumnos,  constituyen una comunidad educativa preocupada por mejorar cada día la información y  sobre todo la formación de los alumnos.   Siguiendo la tradición,   el Colegio cuenta actualmente con un Director entusiasta e infatigable el  Hermano Ángel Duplés, responsable  de que el Colegio funcione de manera impecable. A él agradezco las fechas que me brindó para este artículo. Y destaco lo más importante,  se ocupa personalmente de la formación espiritual de los alumnos.

El Colegio Champagnat debe seguir siendo nuestra “Alma Mater”,  teniendo  como objetivo  fundamental que el alumnado vaya creciendo con la responsabilidad que tienen de prepararse para  actuar en la vida con valores evangélicos y marianos, de formar familias cristianas, de actuar activamente en política dando ejemplo de honestidad y colaborando en el desarrollo de la Argentina con sentido social,  que es la única manera  de crecer, desarrollarse y ayudar así a  los más pobres.

A lo largo de estas líneas he mencionado a muchos Hermanos Maristas. Imposible citarlos a todos. Pido perdón por ello. Pero en nombre de los exalumnos del Colegio les digo emocionado: muchas gracias.  Y me parece oportuno transcribir lo que Javier, hijo mío ex alumno, hoy sacerdote religioso,  escribió desde Guadalajara, Méjico: “… Sería largo mencionar explícitamente cada Hermano que dejó una gota de sangre en el Colegio … ”    
Los alumnos y los exalumnos debemos recordar  las ocho Bienaventuranzas que nos enseño Jesús en el  Sermón de la Montaña (Mateo, 5)  en especial la que dice: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”
Y esto enseñan los Hermanos Maristas.
Dr. Mg. Carlos  Abel  RAY
Presidente Honorario de la Asociación de Ex alumnos del Colegio Champagnat
(Promoción 1944 B)